Futurizando.-
Así que después de cinco años me encontré otra vez en mi colegio, el INBA. Estaba en el Patio Amarillo,“el de los grandes”,y sentía gran emoción: por aquí había pasado infinidad de veces de niño, de muchacho y de joven. Pensaba la historia de aquel patio que en muchas ocasiones fue escenario de mi vida y también de la de otros. Muchas veces sentí que tenía el aspecto del patio de un cuartel.
Ese patio, además, formaba parte de aquellos lugares que encerraban una parte oscura de la vida de Chile, el pasado de dolor y tristeza. En aquellos tiempos sirvió en tiempos de bastión de la tortura que dejo en su rostro un rasgo de fealdad irrevocable.
Después de tantos años aún habían muchos recuerdos que me atraían hacia ese lugar; pensé que había perdido todo interés por él y me pareció natural: hace ya cinco años que no entraba allí, no me quedaba nada en ese sitio. Pero no era así: lo que llamaba desinterés era en realidad por flojo; sus motivos se me escapaban, porque en ese lugar me habían ocurrido cosas buenas y malas, pero mi flojera estaba presente; había tomado conciencia de ella precisamente por esta visita; las emociones que me perseguían ahora las hubiera podido evitar, al fin de cuentas, mi universidad estaba muy cerca de aquí, pero me había empezado a absorber demasiado mi nueva vida.
El motivo de mi regreso era la emoción sentimental por el tiempo perdido; de pocos lugares he rescatado a tanta gente: en ese lugar conocí la verdadera amistad, aquella que trasciende las distancias, la escasez de tiempo, las vidas propias y todas esas cosas de la vida adulta.
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